Los hábitos de estudio son la mejor estrategia para construir el éxito académico, mucho más que el nivel de inteligencia o de memoria. Lo que determina el buen desempeño académico es el tiempo que se le dedica y el ritmo que se le imprime al trabajo que se está realizando.
Es en la etapa escolar en la que debemos incorporar hábitos de estudio de manera no sistemática, ya que no suelen enseñarse directamente.
Es muy importante la generación y práctica constante de buenos hábitos, del buen uso del tiempo libre, de la organización del horario de cumplimiento de responsabilidades en la casa y en la escuela: es nuestra responsabilidad mejorar las estrategias de organización del tiempo conforme los niños vayan creciendo.
Podemos interesarnos en reforzar su habilidad para tomar notas, sus técnicas de búsqueda y selección de información, así como favorecer su atención y concentración de modo prolongado.
Conocer y entrenarse en hábitos de estudio que potencien y faciliten la habilidad para aprender, son pasos clave para sacar el máximo provecho y conseguir el mejor rendimiento de los años de formación académica.
Presentamos algunas estrategias para un buen rendimiento académico:
1- Haz una lectura completa del material asignado, subraya y resume el contenido.
2- Cuando leas, haz una lista de preguntas sobre ese material y luego respóndelas. Anota tus dudas y consúltalas.
3- Busca las palabras que desconozcas y escribe sus definiciones en tus apuntes.
4- Asiste a todas las clases, presta atención y toma apuntes.
5- En clase, pregunta cuando no entiendas.
6- Trabaja con un tutor en el aula y en casa pide apoyo a tus padres, abuelos, tíos o algún familiar o amistad que te pueda orientar.
7- Actualízate / familiarízate con los recursos disponibles en la biblioteca, y selecciona la información de Internet que pueda ser útil.
8- Acércate a los profesores y pídeles que te brinden temas de refuerzo y material con ejercicios.
9- Forma grupos de estudio y hagan preguntas entre todos.
10- Acude al Departamento de Psicología de tu escuela para obtener orientación sobre temas personales, familiares y de rendimiento académico
11- Participa en los programas y talleres sobre hábitos de estudio y organización del tiempo que se organicen en tu comunidad, en el colegio, en la parroquia, ONG, etc.
12- Procura automotivarte a ingresar en el hermoso mundo de la lectura, inicia leyendo sobre cosas que llamen tu atención, dependiendo de tu edad, por ejemplo: Música, cuentos, obras literarias, best-sellers, entre otros.
miércoles, 30 de mayo de 2012
LA DISCIPLINA EN EL HOGAR
La disciplina, es un proceso esencial para el desarrollo del niño que le ayudará a ser autónomo, feliz, con capacidad de resolver problemas nuevos, reconocer errores y éxitos. Es un proceso que no se da de la noche a la mañana y todos los que estamos involucrados con niños (padres hermanos, maestros, psicólogos etc.) participamos de manera directa. Es preferible que la disciplina se de a temprana edad, pero hay que reconocer que nos sirve para toda la vida adulta.
Así tenemos, que es una constante, el saber que los niños no siempre hacen lo que el padre quiere. El niño a veces se comporta mal y el padre tiene que saber como responder. Todos los niños necesitan reglas y normas para aprender un comportamiento apropiado
Es importante que se vea la disciplina como una enseñanza, no como un castigo, son los padres los que han de ponerse de acuerdo en decidir la disciplina. El niño que crece bajo normas o pautas de comportamiento adecuado lo ayuda a ser seguro y distinguir lo bueno de lo malo.
Los padres y los hijos deben decidir juntos las reglas y una vez que esto suceda explicarle al niño cuales son las consecuencias: “Si tu rompes las reglas esto sucede”
Si el niño no sigue las reglas aplicar el correctivo, si el niño sigue las reglas aplicar el refuerzo positivo y apoyo emocional.
Los niños aprenden de la experiencia, por ejemplo si los niños se pelean por el televisor, la computadora o el juego de video, apágueselo. Si un niño vota la leche en la mesa por que esta jugando, haga que la limpie.
Los padres efectivos no necesitan hacer uso de la fuerza física para disciplinar, sino razonan con los niños y consideran el punto de vista de los jóvenes aunque no estén de acuerdo con ellos.
¿Qué hacer?
Asegúrese que lo que usted le pide sea razonable.
Hable con su hijo como a usted le gustaría que le hablasen si le estuvieran regañando, no le grite ni le ponga sobrenombres o adjetivos, es faltarle el respeto.
Sea claro sobre los que usted quiere decir, sea firme y específico.
Recuerde que con su ejemplo, debe ser un modelo positivo de comportamiento.
Permita que su niño exprese, las consecuencias de su comportamiento.
Las consecuencias deben ser justas a la edad del niño
En los adolescentes funciona la negociación.
Busque ayuda profesional cuando el comportamiento sea inusual.
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Así tenemos, que es una constante, el saber que los niños no siempre hacen lo que el padre quiere. El niño a veces se comporta mal y el padre tiene que saber como responder. Todos los niños necesitan reglas y normas para aprender un comportamiento apropiado
Es importante que se vea la disciplina como una enseñanza, no como un castigo, son los padres los que han de ponerse de acuerdo en decidir la disciplina. El niño que crece bajo normas o pautas de comportamiento adecuado lo ayuda a ser seguro y distinguir lo bueno de lo malo.
Los padres y los hijos deben decidir juntos las reglas y una vez que esto suceda explicarle al niño cuales son las consecuencias: “Si tu rompes las reglas esto sucede”
Si el niño no sigue las reglas aplicar el correctivo, si el niño sigue las reglas aplicar el refuerzo positivo y apoyo emocional.
Los niños aprenden de la experiencia, por ejemplo si los niños se pelean por el televisor, la computadora o el juego de video, apágueselo. Si un niño vota la leche en la mesa por que esta jugando, haga que la limpie.
Los padres efectivos no necesitan hacer uso de la fuerza física para disciplinar, sino razonan con los niños y consideran el punto de vista de los jóvenes aunque no estén de acuerdo con ellos.
¿Qué hacer?
Asegúrese que lo que usted le pide sea razonable.
Hable con su hijo como a usted le gustaría que le hablasen si le estuvieran regañando, no le grite ni le ponga sobrenombres o adjetivos, es faltarle el respeto.
Sea claro sobre los que usted quiere decir, sea firme y específico.
Recuerde que con su ejemplo, debe ser un modelo positivo de comportamiento.
Permita que su niño exprese, las consecuencias de su comportamiento.
Las consecuencias deben ser justas a la edad del niño
En los adolescentes funciona la negociación.
Busque ayuda profesional cuando el comportamiento sea inusual.
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martes, 29 de mayo de 2012
domingo, 27 de mayo de 2012
sábado, 26 de mayo de 2012
jueves, 24 de mayo de 2012
viernes, 18 de mayo de 2012
martes, 15 de mayo de 2012
miércoles, 9 de mayo de 2012
lunes, 7 de mayo de 2012
LA ADOLESCENCIA
Los niños crecen y dejan de ser niños para pasar por una etapa de transición entre la niñez y la edad adulta denominada adolescencia; etapa que se caracteriza por una serie de cambios rápidos tanto en el plano físico como en el estado emocional. Algunas manifestaciones de éstos pueden ser el mal genio, el retraimiento, la rebeldía y giros bruscos de humor.
Como el adolescente ya es capaz de pensar en el futuro, esto ocasiona muchas veces que se preocupe en exceso. Estas preocupaciones pueden estar relacionadas con su rendimiento académico, su apariencia, su nivel de popularidad y aceptación, ser punto de hostigamiento en el colegio, el consumo de alcohol o drogas, situaciones familiares, cuestiones medioambientales y sociales, etc.
Según la importancia que le dé a cada uno de estos aspectos, se podría incrementar su ansiedad, generando, en algunas ocasiones, cambios de conducta en forma brusca y descontrolada.
Otra característica para tomar en cuenta es la excesiva sensibilidad sobre sí mismo y sobre algunas situaciones que hacen que muestre conductas exageradas de alegría, frustración, cólera o tristeza. Por ejemplo, cuando le ha salido un pequeño “barrito” pero siente que es inmenso y que todos lo perciben igual que él, negándose, por ello, a salir. O cuando está convencido de no poder asistir a una fiesta con la misma ropa con la que ya lo vieron.
Poco a poco, conforme va alcanzando la madurez, consigue mayor estabilidad, orientándose más hacia al optimismo y la alegría, y dejando atrás los cambios bruscos de estado de ánimo y su tendencia a la tristeza y preocupación.
Su grupo de referencia ya no es la familia, sino sus amigos, con los cuales compartirá mucho más tiempo, por lo que estos tendrán mucha influencia en su forma de pensar y en sus costumbres. Como parte del proceso de desarrollo de su propia identidad, el adolescente necesita diferenciarse de los adultos y hasta enfrentarlos.
Esto puede generar distanciamiento de sus padres si no aceptan esta nueva situación o intentan controlarla con autoritarismo, en lugar de aprovechar para conocer mejor a sus amigos y sus familias. De aquí pueden surgir lazos amicales duraderos.
Muchas veces, también, los jóvenes expresarán sus sentimientos y emociones de forma explosiva y sin control. Los padres no podemos actuar “como adolescentes”, debemos ser pacientes y tratar de no alterarnos frente a esto, porque molestarnos y gritarles no resolverá el problema. Castigarlos sólo hará que se enojen más, muestren rebeldía y se sientan incomprendidos, abriendo una gran brecha entre padres e hijos.
Las manifestaciones de afecto y relación con los demás también sufren variaciones. Aquellos niños que abrazaban y besaban a familiares y amigos efusivamente, pueden convertirse en adolescentes muy ceremoniosos y distantes. Lo importante es que sepamos que estos cambios se dan en las formas de comunicar su afecto y no en la intensidad de este. Los adolescentes también necesitan atención y cariño; sólo debemos estar atentos a la forma en que se los podemos brindar.
En esta etapa, también se inician las primeras relaciones heterosexuales. Estas relaciones suelen ser de corta duración y son fuente tanto de alegrías como de tristezas. Es importante observar si existen periodos de tristeza muy largos o cambios emocionales excesivos. Estas señales pueden indicar problemas emocionales severos y precisan de la intervención de un especialista.
A veces los padres nos asustamos con la palabra “enamorado”, por el concepto que tenemos sobre la relación de pareja; pero este concepto no es el mismo que el de los adolescentes, sobre todo en los primeros años. Prohibir estas relaciones propiciará que nuestros hijos nos mientan y se encuentren con sus enamorados a escondidas, lejos de nuestra supervisión.
La mejor opción, en todos los casos, siempre será mantener la comunicación y la confianza. Se debe tener presente que este es un periodo de transición que no dura toda la vida, que lo que están buscando es autoafirmarse y que somos nosotros quienes les ofrecemos el modelo de cómo actuar y relacionarse como adultos.
Preguntas frecuentes de los padres:
Aunque le pregunto, mi hijo no me dice nada, y si le insisto, terminamos peleando. ¿Qué puedo hacer?
Los adolescentes dejan de hablar con sus padres; ahora sus interlocutores favoritos son sus amigos. Una de las cosas que pueden hacer los padres para propiciar la comunicación es compartir algunas actividades con ellos y aprovechar estos espacios de manera espontánea y natural. Buscar los temas que le interesan a su hijo adolescente e interesarse en estos, facilitará la comunicación. Por el contrario, esta se romperá si lo criticamos, a él o a sus amigos.
Recordemos que la manera de decir las cosas es tan importante como lo que se dice. Es preferible que cuando usted esté tenso o molesto, postergue la conversación con su hijo. Esta actitud es importante cuando se trata de situaciones difíciles o cuando ellos han transgredido alguna norma. Si el padre de familia se encuentra calmado, será mucho más fácil ver y tratar la situación sin que las emociones determinen las reacciones.
¿Qué puedo hacer para que mi hijo adolescente sea más responsable?
Los padres deben establecer límites y revisar con él lo que está permitido y lo que no, además de las consecuencias. Así, delegan parte de la responsabilidad y la decisión sobre su conducta al joven adolescente. Si este llega después de la hora acordada, perderá la confianza y los beneficios en una próxima salida.
Junto con los límites claros, los padres deben ser flexibles y permitir tomar algunas decisiones al adolescente. Por ejemplo, el fin de semana debe hacerse cargo de ordenar su habitación, ordenar su ropa, etc.; sin embargo, puede elegir hacerlo entre el viernes y el domingo. Esto ayuda a ir asumiendo responsabilidades.
Como el adolescente ya es capaz de pensar en el futuro, esto ocasiona muchas veces que se preocupe en exceso. Estas preocupaciones pueden estar relacionadas con su rendimiento académico, su apariencia, su nivel de popularidad y aceptación, ser punto de hostigamiento en el colegio, el consumo de alcohol o drogas, situaciones familiares, cuestiones medioambientales y sociales, etc.
Según la importancia que le dé a cada uno de estos aspectos, se podría incrementar su ansiedad, generando, en algunas ocasiones, cambios de conducta en forma brusca y descontrolada.
Otra característica para tomar en cuenta es la excesiva sensibilidad sobre sí mismo y sobre algunas situaciones que hacen que muestre conductas exageradas de alegría, frustración, cólera o tristeza. Por ejemplo, cuando le ha salido un pequeño “barrito” pero siente que es inmenso y que todos lo perciben igual que él, negándose, por ello, a salir. O cuando está convencido de no poder asistir a una fiesta con la misma ropa con la que ya lo vieron.
Poco a poco, conforme va alcanzando la madurez, consigue mayor estabilidad, orientándose más hacia al optimismo y la alegría, y dejando atrás los cambios bruscos de estado de ánimo y su tendencia a la tristeza y preocupación.
Su grupo de referencia ya no es la familia, sino sus amigos, con los cuales compartirá mucho más tiempo, por lo que estos tendrán mucha influencia en su forma de pensar y en sus costumbres. Como parte del proceso de desarrollo de su propia identidad, el adolescente necesita diferenciarse de los adultos y hasta enfrentarlos.
Esto puede generar distanciamiento de sus padres si no aceptan esta nueva situación o intentan controlarla con autoritarismo, en lugar de aprovechar para conocer mejor a sus amigos y sus familias. De aquí pueden surgir lazos amicales duraderos.
Muchas veces, también, los jóvenes expresarán sus sentimientos y emociones de forma explosiva y sin control. Los padres no podemos actuar “como adolescentes”, debemos ser pacientes y tratar de no alterarnos frente a esto, porque molestarnos y gritarles no resolverá el problema. Castigarlos sólo hará que se enojen más, muestren rebeldía y se sientan incomprendidos, abriendo una gran brecha entre padres e hijos.
Las manifestaciones de afecto y relación con los demás también sufren variaciones. Aquellos niños que abrazaban y besaban a familiares y amigos efusivamente, pueden convertirse en adolescentes muy ceremoniosos y distantes. Lo importante es que sepamos que estos cambios se dan en las formas de comunicar su afecto y no en la intensidad de este. Los adolescentes también necesitan atención y cariño; sólo debemos estar atentos a la forma en que se los podemos brindar.
En esta etapa, también se inician las primeras relaciones heterosexuales. Estas relaciones suelen ser de corta duración y son fuente tanto de alegrías como de tristezas. Es importante observar si existen periodos de tristeza muy largos o cambios emocionales excesivos. Estas señales pueden indicar problemas emocionales severos y precisan de la intervención de un especialista.
A veces los padres nos asustamos con la palabra “enamorado”, por el concepto que tenemos sobre la relación de pareja; pero este concepto no es el mismo que el de los adolescentes, sobre todo en los primeros años. Prohibir estas relaciones propiciará que nuestros hijos nos mientan y se encuentren con sus enamorados a escondidas, lejos de nuestra supervisión.
La mejor opción, en todos los casos, siempre será mantener la comunicación y la confianza. Se debe tener presente que este es un periodo de transición que no dura toda la vida, que lo que están buscando es autoafirmarse y que somos nosotros quienes les ofrecemos el modelo de cómo actuar y relacionarse como adultos.
Preguntas frecuentes de los padres:
Aunque le pregunto, mi hijo no me dice nada, y si le insisto, terminamos peleando. ¿Qué puedo hacer?
Los adolescentes dejan de hablar con sus padres; ahora sus interlocutores favoritos son sus amigos. Una de las cosas que pueden hacer los padres para propiciar la comunicación es compartir algunas actividades con ellos y aprovechar estos espacios de manera espontánea y natural. Buscar los temas que le interesan a su hijo adolescente e interesarse en estos, facilitará la comunicación. Por el contrario, esta se romperá si lo criticamos, a él o a sus amigos.
Recordemos que la manera de decir las cosas es tan importante como lo que se dice. Es preferible que cuando usted esté tenso o molesto, postergue la conversación con su hijo. Esta actitud es importante cuando se trata de situaciones difíciles o cuando ellos han transgredido alguna norma. Si el padre de familia se encuentra calmado, será mucho más fácil ver y tratar la situación sin que las emociones determinen las reacciones.
¿Qué puedo hacer para que mi hijo adolescente sea más responsable?
Los padres deben establecer límites y revisar con él lo que está permitido y lo que no, además de las consecuencias. Así, delegan parte de la responsabilidad y la decisión sobre su conducta al joven adolescente. Si este llega después de la hora acordada, perderá la confianza y los beneficios en una próxima salida.
Junto con los límites claros, los padres deben ser flexibles y permitir tomar algunas decisiones al adolescente. Por ejemplo, el fin de semana debe hacerse cargo de ordenar su habitación, ordenar su ropa, etc.; sin embargo, puede elegir hacerlo entre el viernes y el domingo. Esto ayuda a ir asumiendo responsabilidades.
domingo, 6 de mayo de 2012
sábado, 5 de mayo de 2012
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